GLOBALIZACIÓN
Y
LA NECESARIA PROTECCIÓN DE LA AGRICULTURA
RESUMEN
DE LA PONENCIA DEL Dr. Ángel ANGELIDIS
ANTE
LA VI CONFERENCIA DEL CENTRO DE ESTUDIOS AMERICANOS
LA HABANA, CUBA, 21-23/11/2007
En este principio del nuevo milenio, la globalización - impulsada por los EE.UU. (en adelante la primera potencia mundial después de la caída del bloque soviético
al final de los años 80) - mediante la OMC (que sucedió al GATT en 1995 como institución de regulación del comercio mundial) - se impone como un hecho estructural principal que afecta a todos los aspectos de la actividad humana.
Más concretamente, es la globalización de la economía - que se
declina en una triple globalización: productiva, comercial y financiera - que es el elemento determinante de este fenómeno por sus múltiples consecuencias políticas, sociales y culturales. Se presenta como un proceso de desmantelamiento
de los obstáculos a los intercambios y de las normativas a la acumulación del capital a escala mundial y favorece la deslocalización de las empresas con sus desastrosos corolarios (pérdida de empleos, reducción de los salarios,
disminución de la protección social, etc.) que suceden tanto en los países europeos, como en los países en desarrollo.
La globalización se funda sobre la teoría económica neoclásica que pretende establecer una correlación entre el grado de liberalización del comercio y el desarrollo
económico. Sin embargo, son muchos los economistas que señalan que la relación entre la política comercial y el crecimiento económico sigue siendo una incógnita, que no se ha establecido en evidencia empírica
y que ese comercio internacional fomentado por las aperturas de las fronteras tiene en realidad poco impacto sobre el empleo en los países en desarrollo (PED), pero por el contrario aumenta la desigualdad social.
Instrumento favorecido por los EE.UU. en su objetivo de aumentar su parte en el comercio mundial de bienes y servicios,
la globalización se inició con la firma de los acuerdos del GATT(“General Agreement on Tariffs and Trade”) en la Conferencia de La Habana en noviembre de 1947.
Los principios implementados por el GATT fueron muy cercanos de aquellos que han guiado la acción del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en materia de ortodoxia económica y políticas de desarrollo. Habiendo empezado
con los productos industriales, la globalización se extendió progresivamente a todos los sectores de actividad humana y últimamente a la agricultura con la ocasión
de la Ronda de Uruguay del GATT de 1986 a 1993. Al concluir esta Ronda, son el 20% de la población mundial que vive en los países más ricos que se han beneficiado con el 82% del crecimiento del comercio mundial y el 68% de crecimiento
de la inversión extranjera directa de los años noventa, estas tasas siendo apenas el 1% al 20% de la población que vive en los países más pobres.
La finalidad del Acuerdo Agrícola de la Ronda de Uruguay del GATT (reconfirmada por el nuevo ciclo "Doha Round" de negociaciones comerciales multilaterales lanzadas
por la OMC en 2001 -) no es ni humanista (reducir el número de los mal nutridos en el mundo), ni idealista (garantizar una alimentación suficiente y a precios razonables a los consumidores, asegurando al mismo tiempo rentas equitativas a los
agricultores), pero (en términos del propio Acuerdo): "… la reducción del apoyo y de la protección de la agricultura…", con el fin de "… remediar a las restricciones y las distorsiones que afectan a los
mercados agrarios…". La maximización de los intercambios mundiales es pues el objetivo último del Acuerdo y, para ello, es necesario eliminar - según un "proceso continuo" - a todos los apoyos y protecciones del sector
agrícola, aunque este proceso conllevase la eliminación de los propios agricultores!. Las políticas agrícolas tanto de la UE, como de los países en desarrollo (PED), debieron pues modificarse para ajustarse al Acuerdo con
"reformas" que no se inspiraron de los principios de una mayor justicia social (como fue el caso en la Revolución Mexicana - véase la reclamación "Tierra y Libertad" de Emiliano Zapata), pero del libre cambio.
El hecho de que la mayoría de los países en desarrollo se han adherido a la OMC (Organización
Mundial del Comercio) o presentaron una solicitud para hacerlo, significa primero que no se les ha dejado la elección ya que, no sólo porque esto forma parte de la condicionalidad de los programas de ajuste estructural impuestos por el tándem
“FMI - Banco Mundial”, sino también porque es sólo dentro de los límites de la OMC donde se determinan ahora las reglas de las relaciones económicas internacionales más allá de las relaciones estrictamente
comerciales.
En adelante, y en todo el mundo, las comunidades agrícolas tradicionales
están en regresión debido a la globalización de los intercambios que fomenta una especialización de la producción en beneficio de los países industrializados que pueden exportar más barato, generalmente gracias
a subvenciones directas o indirectas que garantizan la renta de sus productores supuestamente competitivos. Esta práctica que concuerda con las reglas de la OMC (subvenciones llamadas "cajas de apoyo verde y ámbar"), pero que es inmoral
en su esencia, permite a los países industrializados inundar los mercados de los países en desarrollo con productos vendidos a precios inferiores a sus costes de producción. De aquí deriva la asimetría observada entre el
crecimiento de las importaciones y el de las exportaciones agrícolas en estos países, las importaciones habiendo aumentado más rápidamente que las exportaciones con efectos muy perjudiciales para los sectores domésticos competidores.
Es paradigmático el caso de México bajo la doble presión de la OMC y del TLCAN.
La protección a la importación es la forma de apoyo más adecuada para los productos agrícolas y alimenticios en todos los países seriamente afectados por la globalización,
en particular en los que son deficitarios para abastecer su población con alimentos básicos y esto por las siguientes razones:
1) porque es la única forma de apoyo accesible a los países que no tienen medios presupuestarios suficientes para conceder subvenciones que tengan por objeto garantizar (artificialmente)
la competitividad de la producción interna o la supervivencia de sus agricultores;
2) porque
es una forma de apoyo infinitamente más eficaz y más transparente que otras formas de apoyo interno o externo;
3) porque origina ingresos que alivian los déficits presupuestarios de los países menos desarrollados y que pueden destinarse a programas y proyectos de desarrollo;
4) porque es en realidad la única manera de tener políticas agrícolas basadas en la realidad cotidiana
de los mercados y no en ayudas de renta a tanto alzadas y concedidas a posteriori y a cargo de los contribuyentes que hacen a los agricultores asistidos sociales o rentistas del Estado.
En el contexto de una globalización considerada inevitable, varios intentaron someter la agricultura al tríptico del "Dios
Mercado": productividad, competitividad, liberalización.
Sin embargo,
la especificidad del sector agrícola lo vuelve básicamente alérgico al rodillo compresor de una globalización impuesta por los EE.UU. Porque la alimentación, primera necesidad humana, es también el primer marcador
de las identidades culturales de los pueblos. Porque, a causa de la multifuncionalidad cumplida por las agriculturas campesinas, es todo el equilibrio de las sociedades humanas que dependen de unas políticas agrícolas nacionales (y no mundiales)
correctamente definidas. Porque la alimentación es un derecho y una condición para una vida digna. Porque los Estados deben garantizar a su población la seguridad alimentaria que la globalización pone en peligro en periodos
de desastres naturales o de crisis geopolíticas. En conclusión, la sumisión a toda costa de la agricultura a esta globalización puramente comercial podría resultarse en un bumerán retornado a sus lanzadores. El
sector agrícola sería entonces la piedra de obstáculo que haría aplastarse la Babel de un mundo que pretende unificarse erróneamente en base de libre cambio como único lenguaje, en detrimento de una real solidaridad
entre todos los pueblos de la tierra.
Dr. Ángel ANGELIDIS
Consejero al Parlamento
Europeo
Encargado de los Asuntos Agroalimentarios y Forestales
Bruselas, noviembre de 2007
MONDIALISATION
ET LA NÉCESSAIRE PROTECTION DE L'AGRICULTURE
RÉSUMÉ DE L'INTERVENTION DU Dr. Angel ANGELIDIS
DEVANT LA VIème CONFÉRENCE DU CENTRE DES ÉTUDES POUR L'AMÉRIQUE
LA HAVANE, CUBA, 21-23/11/2007
En ce début du nouveau millénaire, la mondialisation - impulsée par les USA (désormais 1ère puissance mondiale après la chute du bloc
soviétique à la fin des années 80), via l’OMC (qui a succédé au GATT en 1995 en tant qu’institution de régulation du commerce mondial) - s’impose comme un fait structurel majeur touchant à
tous les aspects de l’activité humaine.
Plus concrètement,
c’est la mondialisation de l’économie, qui se décline en une triple globalisation : productive, commerciale et financière, qui en est l’élément déterminant par ses multiples conséquences
politiques, sociales et culturelles. Elle se présente comme un processus de démantèlement des obstacles aux échanges et des réglementations à l’accumulation du capital à l’échelle mondiale
et favorise la délocalisation des entreprises avec ses corollaires de cauchemar (pertes d’emplois, réduction des salaires, diminution de la protection sociale, etc.) notamment dans les pays européens. Elle s’est étendue
progressivement à tous les secteurs d’activité et en particulier à l’agriculture lors de l’Uruguay Round du GATT de 1986 à 1993.
La mondialisation est basée sur la théorie économique néoclassique qui cherche à établir
une corrélation entre le degré de libéralisation du commerce et le développement économique. Cependant, il y a beaucoup d'économistes qui font remarquer que la relation entre politique commerciale et croissance économique
reste une question ouverte, qui n'a pas été établie sur des preuves empiriques, et que le commerce international promu par l'ouverture des frontières a en réalité peu d'impact sur l'emploi dans les pays en développement
(PED), mais à l'inverse, il entraîne une augmentation des inégalités sociales.
Instrument privilégié par les Etats-Unis dans l’objectif d'augmenter leur part du commerce mondial des biens et services, la mondialisation a commencé avec la signature des accords du GATT (« General
Agreement on Tariffs and Trade") à la Conférence de la Havane en novembre 1947. Les principes mis en œuvre par le GATT furent très proches de ceux qui ont guidé l'action de la Fonds monétaire
International (FMI) et la Banque mondiale en termes de l'orthodoxie économique et de politiques de développement. Après avoir débuté avec des produits industriels, la mondialisation s’est propagée progressivement
à tous les secteurs de l'activité humaine et, finalement, à l'agriculture à l'occasion de l'Uruguay Round du GATT, de 1986 à 1993. À l'issue de ce cycle, 20 %
de la population mondiale vivant dans les pays riches ont bénéficié du 82 % de la croissance du commerce mondial et du 68 % de la croissance de l'investissement étranger direct des années 1990, ces taux étant de seulement
1 % pour les 20 % de la population vivant dans les pays les plus pauvres.
La finalité
de l’Accord Agricole de l’Uruguay Round (reconfirmée par le nouveau cycle "Doha Round" des négociations commerciales multilatérales de l'OMC) n’est pas ni humaniste (réduire le nombre des sous-alimentés
dans le monde), ni idéaliste (assurer une alimentation suffisante à des prix raisonnables aux consommateurs, tout en procurant des revenus équitables aux agriculteurs), mais (aux termes de l'Accord) «…la baisse du soutien
et de la protection de l’agriculture… », afin de «…remédier aux restrictions et distorsions touchant les marchés agricoles… ». La maximisation des échanges mondiaux est
donc le but ultime et, pour cela, il faut éliminer - selon un «processus continu» - tous les soutiens et protections du secteur agricole, même si ce processus implique la suppression des agriculteurs eux-mêmes!.
Les politiques agricoles tant de l’UE que des pays en développement ont dû alors être modifiées pour se mettre en conformité avec l’Accord moyennant de «réformes» ne relevant pas des
principes d'une plus grande justice sociale (comme cela fut le cas aux temps de la Révolution Mexicaine, cf. la réclamation "Tierra y Libertad" - "Terre et Liberté" de Emiliano Zapata), mais de ceux du libre-échange.
Le fait que la plupart des PED aient adhéré à l’OMC (Organisation Mondiale
du Commerce) ou demande à le faire signifie d’abord qu’on ne leur a pas laissé le choix puisque, non seulement cela fait partie de la conditionnalité des programmes d’ajustement structurel imposés par le
tandem FMI - Banque Mondiale, mais encore parce que c’est seulement dans l’enceinte de l’OMC que se déterminent désormais les règles des relations économiques internationales, bien au-delà des relations
strictement commerciales.
Désormais, dans le monde entier, les paysanneries
sont en régression à cause de la mondialisation des échanges qui favorise une spécialisation de la production au bénéfice des pays industrialisés qui peuvent exporter le moins cher, le plus souvent sur base
de subventions directes ou indirectes pour assurer le revenu de leurs producteurs soi-disant compétitifs. Cette pratique, certes conforme à la réglementation de l'OMC(subventions appelées «boîtes
de soutien verts et ambres»), mais immorale, permet aux pays industrialisés d’inonder les marchés des pays en développement avec des produits vendus à des prix inférieurs à leurs coûts
de production. D’ici dérive l'asymétrie observée entre la croissance des importations et celle des exportations de produits agricoles dans ces pays, les importations ayant augmenté plus rapidement que les exportations
avec des effets très préjudiciables pour les secteurs nationaux concurrents. Le cas du Mexique soumis à la double pression de l'OMC et de l'ALENA est paradigmatique.
La protection à l’importation est la forme de soutien la plus souhaitable pour les produits agricoles et alimentaires dans tous les pays gravement
touchés par la mondialisation, notamment dans ceux qui sont déficitaires pour les aliments de base et ce, pour des raisons suivantes :
1) Parce que c’est la seule forme de soutien accessible aux pays n’ayant pas de moyens budgétaires suffisants pour accorder des aides ayant pour but d’assurer la compétitivité
de la production interne ou la survie de leurs agriculteurs.
2) Parce que c’est
une forme de soutien infiniment plus efficace et transparente que d’autres formes de soutien interne ou externe.
3)
parce qu'elle est la source d’entrées qui soulagent les déficits budgétaires des pays moins avancés et leur procure des revenus qui peuvent être alloués à des programmes et projets de développement
;
4) Parce que c’est en fait la seule façon d’avoir des politiques
agricoles basées sur la réalité quotidienne des marchés et non pas sur des aides au revenu à forfait et concédées à posteriori faisant les agriculteurs des assistés sociaux ou des rentiers
de l’État.
Dans le contexte d’une
mondialisation considérée incontournable, plusieurs ont essayé de soumettre l’agriculture au triptyque du «Dieux Marché» : productivité, compétitivité, libéralisation.
Cependant, la spécificité du secteur agricole le rend fondamentalement allergique au rouleau
compresseur d’une mondialisation imposée par les USA. Parce que l’alimentation, premier besoin humain, est aussi le premier marqueur des identités culturelles des peuples. Parce que, du fait de la multifonctionnalité remplie
par les agricultures paysannes, c’est tout l’équilibre des sociétés humaines qui dépendent d'une politique agricole nationale (et pas mondiale) correctement définie. Parce que l’alimentation est un droit
et une condition pour une vie digne. Parce que les États devraient assurer la sécurité alimentaire de leurs populations, que la mondialisation met en péril lors de catastrophes naturelles ou de crises géopolitiques. En conclusion,
la soumission à tout prix de l'agriculture à cette globalisation purement commerciale pourrait se révéler être un boomerang renvoyé à ses lanceurs. Le secteur agricole serait alors la pierre d’achoppement
qui ferait s’écrouler la Babel d’un monde prétendant s’unifier avec pour seul langage le libre-échange, au détriment de la solidarité entre tous les peuples de la terre.
Dr. Angel ANGELIDIS
Conseiller au Parlement Européen
Chargé des Affaires agro-alimentaires et forestières,
Bruxelles,
novembre 2007
GLOBALIZATION
AND
THE NECESSARY PROTECTION OF AGRICULTURE
SUMMARY OF THE SPEECH DELIVERED BY Dr. Angel ANGELIDIS
BEFORE
THE VI CONFERENCE OF THE CENTER OF AMERICAN STUDIES
HAVANA, CUBA, 21-23/11/2007
In
this beginning of the new millennium, the globalization - impelled by the USA (now 1st world power after the Soviet bloc’s fall at the end of the 1980s), via the WTO (which succeeded GATT in 1995 as an institution of world trade regulation inspired)
- establishes itself as a major structural fact touching all aspects of human activity.
More concretely, it is the globalization of the economy - divided into a triple globalization: productive, commercial and financial - which is the determining factor of this phenomenon by its multiple political, social and cultural consequences. It is presented
as a process of dismantling of the obstacles to trade and of regulations to the accumulation of capital on a worldwide scale and encourages the relocation of firms with its nightmare corollaries (job losses, wage cuts, reductions in social welfare, etc.) in
the European countries, as well as in the developing countries. Globalization expanded gradually to all sectors of activity and in particular to agriculture at the time of the Uruguay Round of GATT from 1986
to 1993.
Globalization is based on the neoclassical economic theory that seeks to
establish a correlation between the degree of liberalization of trade and economic development. However, there are many economists who point out that the relationship between trade policy and economic growth remains an open question, which has not been established
on empirical evidence, and that international trade promoted by the opening of borders in reality has little impact on employment in less developed countries, but conversely increases social inequality.
Instrument favored by the United States in its aim to increase their share in the world trade of goods and services, globalization started with
the signing of the agreements of GATT ("General Agreement on Tariffs and Trade") in the Havana Conference in November 1947. The principles implemented by GATT are very close to those who have guided the action of the International Monetary Fund (IMF)
and the World Bank in terms of economic orthodoxy and development policies. Having begun with industrial products, globalization has been progressively extended to all sectors of human activity and ultimately to agriculture on the occasion of the Uruguay Round
of GATT from 1986 to 1993. At the conclusion of this round, 20% of the world's population living in the rich countries have benefited with 82% of the world trade growth and with 68% of foreign direct investment growth of the 1990s, these rates being just 1%
to 20% of the world population living in the poorest less developed countries (LDC).
The purpose of the Agricultural Agreement of the Uruguay Round of GATT (reconfirmed by the new cycle “Doha Round” of WTO multilateral trade negotiations) is not either humanistic (to reduce the number of the underfed in the world), or idealistic
(ensure sufficient feeding at reasonable prices to the consumers, while ensuring equitable incomes for the farmers), but (in terms of the Agreement) "… the fall in the support and in the protection of agriculture…", in order to "…
remedy the restrictions and distortions affecting the agricultural markets…". The maximization of the world trade is therefore the ultimate aim and, to this end, all supports and protections of the agricultural sector must be eliminated according
to a "continuous process", although this process might involve the elimination of the farmers themselves!. Thus, both the EU and LDC agricultural policies had to be modified to comply with the Agreement by means of "reforms"
not inspired by the principles of greater social justice (as it was the case in the Mexican Revolution, recall the claim "Tierra y Libertad" - "Land and Freedom" of Emiliano Zapata), but by those of free trade.
The fact that the majority of developing countries have acceded to the WTO (World Trade Organization) or submitted a request
to do so, means first that they were not left the choice, not only because this is part of the conditionality of structural adjustment programs imposed by the "IMF – World Bank" tandem, but also because it is only within the limits of the WTO where the
rules of the international economic relations, more than strictly commercial relations, are now determined.
Thereafter, and throughout the world, traditional farming communities are in regression owing to the globalization of the trade, which encourages a production specialization to the benefit of the industrialized countries which can export more cheaply, generally
on the basis of direct or indirect subsidies that guarantee the income of their supposedly competitive producers. This practice, which is consistent with WTO rules (subsidies called "green and amber support boxes"), butimmoral in its essence, allows
industrialized countries flood the markets of developing countries with products sold at prices below their production costs. Here comes the asymmetry observed between the growth of imports and exports of agricultural products in these countries, imports having
increased more rapidly than exports with extremely detrimental effects for competing domestic sectors. The case of Mexico, under the double WTO and NAFTA pressure, is paradigmatic.
Import protection is the most appropriate form of support for agricultural and food products in countries
seriously affected by globalization, in particular on those who are deficient to supply their population with basic food, and this for the following reasons:
1) because it is the only form of support accessible to countries that do not have sufficient financial resources to award grants that relate to (artificially) guarantee the competitiveness of domestic
production or survival of their farmers;
2) because it is a form of support infinitely
more effective and transparent than other forms of internal or external support.
3) because
it is the source of entries that relieve the least developed countries budget deficits and income that can be allocated to programs and projects;
4) because it is really the only way to have agricultural policies based on the daily reality of the markets and not on income aids granted retrospectively
and in charge of taxpayers which make social assisted farmers or annuitants of the State.
In the context of a globalization considered impossible to circumvent, several attempted to deliver agriculture to the "Market God" triptych: productivity, competitiveness, liberalization.
However, the specificity of the agricultural sector makes it basically allergic to the road compressor of a globalization imposed by the
USA. Because food, the first human need, is also the first marker of the peoples' cultural identities. Because, in consequence of the multifunctional nature of the peasant agricultures, it is all the balance of the society which depends on correctly defined
national (and not global) agricultural policies. Because food is a right and a condition for a dignified life. Because States should ensure food security of their population that globalization endangers during natural disasters or geopolitical crisis. In conclusion,
the submission at all costs of agriculture to this purely commercial globalization could result in a boomerang returned to its launchers. In other terms, agricultural sector might prove to be the stumbling block, which would make collapse the Babel of a world
that seeks erroneously to unify on the basis of free trade as a single language, to the detriment of real solidarity between all peoples of the Earth.
Dr. Angel ANGELIDIS
Counsellor at the European Parliament
In charge of the Agri-food and Forestry Matters
Brussels, November 2007